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lunes, 12 de abril de 2010

Poema solo


Las rosas se marchitaron
Clavando sus espinas en mis costados.
Y este azul que me engulle,
Me devora poco a poco.

El diapasón de mi extraña locura
El reloj de mis horas idas,
Vividas con el cemento de mi prisión.

La noche cayó nuevamente,
En vela, el insomnio de mis pasos.
El espejo, de aquel lado,
Revela un súbito anhelo,
Un querer fluir hacía
cualquier espacio,
En una dimensión alterna.
Donde yo no soy yo, ni el otro,
Tampoco la sombra que se desliza
En el silencio. Buscando una breve ranura
Donde escapar e irse.

Este poema es un ánima que ya no pide,
Que ya no desea la carne que la envuelve,
Que la aprisiona.

Algo me enseñó que cuando un poema
Desgarrado, aprisionado, desamparado,
es un paso final, de este estado al infinito.
Que lo finito son los pasos que no se dan
Hacía lo que creemos conocido,
Pero siguen siendo los mismos pasos.



Luis Enrique Gil-Fortoul